domingo, 21 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y el Gurú.

El 14 de enero de l.981, Krishnaji ofreció una plática pública en Vasanta Vihar, Madrás. Hablando del cerebro, preguntó: “¿Es posible conservar el cerebro muy joven? ¿Es posible que el cerebro se rejuvenezca a sí mismo? Este cerebro tan viejo, con sus infinitas capacidades; un cerebro que ha evolucionado en el tiempo a través de las presiones sociales y económicas; el cerebro que es un instrumento extraordinario, que controla todo el pensar, todas las actividades, todas nuestras operaciones sensorias... ¿puede ese cerebro volverse por completo inocente? Uso la palabra ‘inocente’ en el sentido de ‘lo que no puede ser lastimado’”. Les pidió a cada uno de sus oyentes que no aceptaran lo que él decía, sino que observaran la propia mente, el cerebro que es muy, muy sutil. “¿Podemos”, preguntó, “retar al cerebro a fin de que, por sí mismo, descubra si tiene la capacidad, la energía, el impulso, la intensidad para romper esta continuidad del pasado de modo que, en esa terminación misma, las propias células cerebrales experimenten un cambio, una transformación?” Estaba indagando profundamente.

“El pensamiento es un proceso material; el pensamiento es el resultado de la memoria, de la experiencia, del conocimiento almacenado en las células cerebrales. Y ha funcionado continuamente. El pensamiento, la memoria, forman parte del cerebro. El cerebro es material; este cerebro contiene la memoria, el conocimiento de las experiencias, de lo cual surge el pensamiento. De modo que el pensamiento tiene su continuidad, que se basa en el conocimiento, en el pasado; y ese pasado está operando todo el tiempo, modificándose en el presente y continuando. En esta continuidad, el pensamiento ha encontrado una seguridad inmensa en las creencias, en la fe. Esta fe contiene un sentimiento de hallarse protegido ‘en el seno de Dios’. Esta es una ilusión. Cualquier alteración en esa continuidad, es el reto; cuando el pensamiento no puede responder apropiadamente, encuentra que su seguridad ha sido perturbada”. Hizo una pausa y permaneció silencioso, escuchándose a sí mismo.

“Observen esto en ustedes, obsérvenlo cuidadosamente. Nos preguntamos si el cerebro que es el cerebro de todos los seres humanos, desarrollados a través de tiempos inmemoriales, condicionado por las culturas, por las religiones, por las presiones sociales y económicas­ nos preguntamos si ese cerebro, que ha tenido hasta ahora una continuidad ilimitada, puede descubrir una terminación de la continuidad como tiempo”. Pidió a los oyentes que no se sintieran estimulados por sus palabras, porque en ese caso dependían de él: “Entonces quien les habla se convierte en la autoridad de ustedes, en el gurú. Lo que se requiere es que cada cual sea luz para sí mismo, que no acepte la luz de otro”.


Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.

 

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