miércoles, 10 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti enamorado.

Año 1921.

Sabían que pronto iban a partir, porque antes de que Mrs. Besant regresara a Adyar a mediados de agosto, se había convenido que Krishna y Nitya debían ir a la India ese invierno para que Krishna comenzara el trabajo de su vida; pero Lady Emily no podía haber adivinado lo pronto que iba a tener que compartir su afecto. Dejando a Nitya en Montesano con Cordes, él fue a Holanda el 15 de septiembre a invitación del Barón Philip van Pallandt de Eerde, quien había ofrecido ceder a la Orden de la Estrella: su hermosa casa ancestral del siglo dieciocho, rodeada por 5.000 acres de terreno boscoso: el Castillo de Eerde, en Ommen, no lejos de Arnhem. Krishna estuvo ausente sólo por quince días, pero durante ese tiempo conoció a una muchacha americana de diecisiete años, Helen Knothe, sobrina de Miss Cornelia Dijkgraaf, Representante Nacional de la Estrella en Holanda, e hija de Frank Knothe, que tenía un próspero negocio de ropa en Nueva Jersey. Helen estaba alojada con su tía en Amsterdam estudiando el violín. Krishna se sintió muy atraído por ella; de hecho, de acuerdo con la opinión de Lady Emily, se había enamorado por primera vez.

De regreso a Montesano Krishna hizo escala en Ginebra y asistió a una sesión de dos horas y media en la Asamblea de la Liga de las Naciones, de la cual Ruspoli era ahora Representante.

Hablaron vejestorios de todas clases [escribió a Lady Emily el 3 de octubre], incluyendo a Lord Robert Cecil, quien habló de suspender el gas venenoso. Nunca van al fondo de las cosas, como el suspender todas las guerras; son un hato de personas insinceras y buscadoras de dinero... Yo sé cuánto mejor nosotros, los teósofos, podríamos manejar la Liga de las Naciones, porque creo que somos más desinteresados. Algún día hemos de tener en la S.T. una verdadera Liga de las Naciones que las incluya a todas. De hecho, lo somos, pero no funcionamos apropiadamente. Espere usted, cuando esto se logre verá cómo nos burlaremos de ellos y los venceremos en su propio juego.

Poco después del regreso a Montesano se decidió, con la ayuda de Harold Baillie-Weaver, quien hizo los preparativos del viaje, que si lo permitía la salud de Nitya, éste y Krishna se embarcarían en Marsella hacia Bombay el 19 de noviembre. Nitya estaba en realidad mucho mejor. Podía caminar por tres horas todas las mañanas y jugar “croquet” por las tardes. Cuando Lady Emily supo que ya se había fijado la fecha, debe haberle enviado a Krishna una carta muy triste, porque él contestó desde Montesano el 19 de octubre:

¡Qué carta me ha escrito usted! No quiero llorar, y esto va a ser difícil para ambos, así es que debemos hacer lo mejor posible frente a esta desgraciada circunstancia; trataremos de sonreír y de soportarlo. ¡Qué fácil! Me escribe usted como si yo me fuera a una lejana isla desierta de la cual nunca habré de volver. Usted se compara a un hombre que está a punto de ser colgado. Querida madre, usted sabe que aunque me marche digamos por muchos años, nunca cesaré de amarla... Con todo, esto va a ser muy difícil… Usted sabe, madre, que no nos hará bien ser débiles, porque así no nos ayudaremos el uno al otro... En todo esto, como usted dice, hay un aspecto más amplio y que es esencial, del cual no debemos movernos ni una pulgada.

Entonces, para regocijo de Lady Emily, su marido le dijo que quería que lo acompañara a Delhi ese invierno: ella esperaba ir a Adyar para acompañar a Krishna durante su estancia en la India.

El 20 de octubre Krishna salió de Montesano mientras Nitya iba a Leysin con Madame de Manziarly a consultar a un famoso especialista del pulmón, el Dr. Rollier. Krishna, después de dos semanas en Londres donde se despidió de algunas personas incluyendo a Mr. Sanger y Rajagopal, quien ahora estudiaba leyes en el Trinity College de Cambridge, fue a Holanda por una semana, esta vez para asistir a una Convención Teosófica y de la Estrella que se realizaría en Amsterdam. Allí volvió a ver a Helen Knothe. El 17 de noviembre, día en que salió de Marsella, escribió a Lady Emily desde el piso de los Blech en París, una breve carta que no pudo haber contribuido en nada a hacerle más fácil la partida:

Me siento muy desdichado al dejar a usted y a Helen por un largo tiempo. Estoy perdidamente enamorado y es un gran sacrificio de mi parte, pero ninguna otra cosa puede hacerse. Siento como si tuviera una terrible herida dentro de mí; no crea usted que estoy exagerando. No veré a Helen por Dios sabe cuánto tiempo y usted sabe, madre querida, cómo soy. Creo, lo sé, que ella también lo ha sentido, pero qué otra cosa puede hacerse. No va a ser fácil, al contrario, será mil veces peor. ¡Oh, bueno! no está bien lamentarse de ello. Veré a usted pronto, de cualquier modo, gracias a Dios, pero ¡¡¡confío en que no esté usted celosa, querida Mum!!! No recibiré carta de usted ni de ella por lo menos en un mes. Animo. Maldición, Krishna, termina con eso. No se imagina usted cómo me siento. Nunca me di cuenta de esto antes, ni de todo lo que significa... “Basta de deseos vanos. Cómo roban el tiempo”. ¡Qué ser tan desdichado es uno! Que Dios la bendiga.

Desgraciadamente para Nitya, el Dr. Rollier diagnosticó que estaba lo suficientemente bien para ir a la India. Madame de Manziarly salió antes para estar a tiempo de recibirlo, dejando que Cordes lo acompañara a Marsella donde se encontró con Krishna el 18 de noviembre. Al día siguiente, los hermanos se embarcaron en el Morea rumbo a Bombay.



KRISHNAMURTI
Los Años del Despertar
MARY LUTYENS
EDITORIAL ORIÓN
M É X I C 0
1 9 7 9


 

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