En septiembre de 1963, K había venido a Londres por unos cuantos días antes de viajar a la India en octubre. Fue la última vez que vio a mi madre. Ella murió de un aneurisma el 3 de enero de 1964. Le cablegrafié la noticia a K, y él contestó desde Madrás el 16 de enero:
La vida es una cosa extraña. Uno no podía haber deseado que Mum siguiera viviendo, pero a pesar de eso, Londres ya no será la misma. Ha sido una larga amistad, más que eso, por cerca de cincuenta y dos años, casi toda la vida de uno. ¡Por todo lo que hemos pasado! De cualquier manera será muy extraño no verla más. Yo la amaba.
K no la ha olvidado. A menudo, ahora que estoy envejeciendo, le recuerdo a mi madre. Suele decir con agrado: «Usted se ve exactamente como era Mum entonces». Recuerda en particular un anillo de turquesas y diamantes que ella siempre usaba y que yo he heredado. Ahora me lo pongo cada vez que lo veo, porque sé que le gusta. Ocasionalmente le he pedido que se lo ponga mientras almorzamos juntos en Londres. Él se lo pone en el dedo meñique, y cuando me lo devuelve los diamantes centellean brillantemente. Esto no es imaginación. La primera vez que sucedió, vi a una de mis nietas justo después de un almuerzo con K, y ella exclamó: «¡Has limpiado tu anillo! ¡Qué hermoso se ve!».
KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)
La vida es una cosa extraña. Uno no podía haber deseado que Mum siguiera viviendo, pero a pesar de eso, Londres ya no será la misma. Ha sido una larga amistad, más que eso, por cerca de cincuenta y dos años, casi toda la vida de uno. ¡Por todo lo que hemos pasado! De cualquier manera será muy extraño no verla más. Yo la amaba.
K no la ha olvidado. A menudo, ahora que estoy envejeciendo, le recuerdo a mi madre. Suele decir con agrado: «Usted se ve exactamente como era Mum entonces». Recuerda en particular un anillo de turquesas y diamantes que ella siempre usaba y que yo he heredado. Ahora me lo pongo cada vez que lo veo, porque sé que le gusta. Ocasionalmente le he pedido que se lo ponga mientras almorzamos juntos en Londres. Él se lo pone en el dedo meñique, y cuando me lo devuelve los diamantes centellean brillantemente. Esto no es imaginación. La primera vez que sucedió, vi a una de mis nietas justo después de un almuerzo con K, y ella exclamó: «¡Has limpiado tu anillo! ¡Qué hermoso se ve!».
KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)
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