El 11 de noviembre fueron a Londres para asistir a la boda de Raja, que había estado en una gira de conferencias por Europa: se casaba con una dama inglesa, Miss Dorothy Graham, a quien había conocido en Adyar, Krishna consideró este matrimonio como “sumamente extraordinario; él es la última persona de quien hubiera pensado que se casara”. Realmente, la idea de que un Iniciado se casara era de lo más chocante para la mayoría de los teósofos, muchos de los cuales habían arruinado sus matrimonios ya establecidos al abstenerse del sexo. Una semana después los muchachos fueron nuevamente a ver a la pareja de recién casados cuando partían para la India. Después de dos días de haber regresado a Rochester, Krishna escribió a Lady Emily. Aunque se sabe, por el diario de ella, que después de dejar Varengeville, en septiembre de 1913, se escribían casi a diario cuando estaban separados, esta es la primera de sus cartas a ella que ha sobrevivido, por lo tanto, se transcribe completa:
19 de noviembre de 1916
11.30 a. m.
Mi muy querida Mummy:
Fue terrible dejarla, madre, y yo sabía que usted estaría triste, y yo lo estaba también. Todo el tiempo pensé en usted mientras viajaba en ese coche en donde había 8 soldados y todas las ventanillas estaban cerradas. Fueron groseros cuando les pregunté, muy cortésmente, si podía abrir la ventana. Sin embargo, al final me salí con la mía. Mummy querida, habrá tantas despedidas en esta vida que debemos acostumbrarnos a ello si deseamos ser felices. La vida es, en realidad, una gran separación si uno ama a alguien mucho y con pureza. En esta vida tenemos que vivir para los demás y no para nosotros mismos, y no debemos ser egoístas. Madre mía, no sabe usted cuánto me ha ayudado últimamente. Es usted quien ha creado en mí el deseo de trabajar y de hacer lo que el Maestro quiere que haga. También es usted quien ha hecho que yo viva puramente y piense en cosas puras y deseche esos pensamientos que a tantos perturba. Ya ve, mi santa madre, que me ha ayudado aun cuando usted piensa frecuentemente que ha sido un obstáculo para mí. Ahora es mi turno ayudarla y hacer de usted lo que el Maestro quiere que sea. Deseo que Él vea que mi amada madre no es como el resto del mundo y que usted estará a la altura de lo que Él espera. No crea, madre, que le estoy predicando; sólo quiero ayudarla como usted me ayuda; no quiero recibirlo todo y, a mi vez, no dar nada. Mi amor por usted es muy grande y ese amor pasará por todo con tal de ayudarla al menos un poquito. Usted sabe, hay muy pocas cosas que yo no haría por usted. No estoy jactándome, madre, pero quiero que sepa que por usted haría y lo haré todo. ¡Bueno! no más prédicas o ambos nos aburriremos.
Recibí su grata carta esta mañana y antes de contestarla le diré lo que he estado haciendo. Cuando regresamos el viernes, preparamos café, luego hicimos algún trabajo y nos acostamos. Hacía mucho frío y, afortunadamente, nos habían dado botellas con agua caliente. Todo el día de ayer nevó y llovió a intervalos y por la tarde cortamos madera y tratamos de calentarnos. Prentice, ese individuo sucio de cara larga, por fin se ha ido de una vez por todas y no volveremos a ver más su espantoso aspecto. Todos estamos muy contentos de ello. Esta mañana escribí a Mrs. Besant y al resto de ellos y leí un poco los dos periódicos que usted nos envió [el New Statesman y The Nation]. Vamos a guardarlos todos y si usted o nosotros queremos encuadernarlos podemos hacerlo. Nitya está sumergido en ellos. Después del almuerzo los examinaré completa y detenidamente y, madre, si usted quiere que yo o Nitya leamos algún artículo en especial, por favor, márquelo y también aquellos que usted crea que son interesantes. Nos agradará mucho.
Ahora contestaré su carta de hoy. Mummy, no se preocupe por nosotros pues estamos, en realidad, muy abrigados y no necesitamos almohadas de plumas porque aquí hay muchas cosas y sería un lamentable derroche. Le prometo, madre, que nosotros nos cuidaremos. Nunca debe usted preocuparse por eso, querida madre. No hay mucho más para contestar en su carta. Por favor, dígame cuánto debemos o bien, sírvase decirlo a Mr. B.W. y él lo pagará. Debe usted decírmelo, nosotros no podemos vivir a expensas suyas, querida madre.
Usted sabe que pienso en usted todo el tiempo y le envío todo mi amor y devoción. Ya oigo a los otros muchachos que regresan de la iglesia, así es que voy a terminar. Volveré a escribir el lunes o el martes. ¡Oh, madre! usted es sagrada para mí y la amo mucho.
Su más devoto hijo,
Krishna.
KRISHNAMURTI
Los Años del Despertar
MARY LUTYENS
EDITORIAL ORIÓN
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