TERCERA PLÁTICA EN ADYAR
Pregunta: En su autobiografía, la Dra. Besant ha dicho que, por primera vez en su vida, pasó de la tempestad a la paz cuando conoció a su gran Maestro. De ahí en adelante, su magnífica vida tuvo su fuerza motriz en la ilimitada e incesante devoción a su Maestro, expresada en el júbilo al servirle. Usted mismo, en sus poéticas palabras, ha declarado su júbilo inexpresable en la unión con el Bienamado y en el hecho de ver su rostro dondequiera que se volviese. ¿No podría la influencia de un Maestro ser igualmente significativa en otras vidas, tal como lo fue, evidentemente, en la grandiosa vida de la Dra. Besant y en la suya propia?
KRISHNAMURTI: Ustedes me preguntan, en otras palabras, si los Maestros son necesarios, si yo creo en los Maestros, si la influencia de ellos es benéfica y si existen. Ésa es toda la pregunta, ¿verdad? Muy bien, señores. Ahora bien, ya sea que ustedes crean o no crean en los Maestros (y algunos de ustedes sí creen en ellos), por favor, no cierren sus mentes contra lo que voy a decir. Sean abiertos, críticos. Examinemos la cuestión comprensivamente, antes que discutir si creen o no creen en los Maestros.
Ante todo, para comprender la verdad uno tiene que permanecer solo, completa y totalmente solo. Ningún Maestro ni instructor ni gurú, ningún sistema, ninguna autodisciplina levantarán jamás para ustedes el velo tras el cual se oculta la sabiduría. La sabiduría consiste en comprender los valores perdurables y en vivir tales valores. Nadie puede conducirlos a la sabiduría. Eso es obvio, ¿no es así? Ni siquiera necesitamos discutirlo. Nadie puede forzarlos, ningún sistema puede instarles a que se liberen del instinto posesivo, hasta que ustedes mismos comprenden voluntariamente. En esa comprensión está la sabiduría. Ningún Maestro ni gurú ni instructor, ningún sistema, pueden forzarlos hacia esa comprensión. Sólo el sufrimiento que ustedes mismos experimenten puede hacerles ver el absurdo de la posesión, la cual es el origen del conflicto. A causa de ese sufrimiento, adviene la comprensión. Pero cuando buscan escapar del sufrimiento, cuando buscan refugio, consuelo, entonces tienen que tener Maestros, filosofías y creencias; entonces recurren a refugios de seguridad tales como la religión.
Así, con esta comprensión, voy a contestar su pregunta. Olvidemos por el momento lo que la Dra. Besant ha dicho y hecho, o lo que yo he dicho y hecho. Dejemos eso de lado. No introduzcamos a la Dra. Besant en la discusión; si lo hacen, reaccionarán emocionalmente, tanto aquéllos de ustedes que simpatizan con las ideas de ella como los que no simpatizan. Dirán que ella me ha educado, que soy desleal, y palabras como ésas que utilizan para demostrar su desaprobación. Dejemos de lado todo esto por ahora y consideremos la cuestión de manera clara y simple.
En primer lugar, ustedes quieren saber si los Maestros existen. Yo digo que tiene muy poca importancia si existen o no existen. Ahora no piensen, por favor, que estoy atacando sus creencias. Me doy cuenta de que hablo a miembros de la Sociedad Teosófica y de que soy aquí el invitado de ustedes. Pero me han formulado una pregunta y simplemente la estoy contestando. Consideremos, pues, por qué quieren saber si los Maestros existen o no. “Porque”, se dicen ustedes, “los Maestros pueden guiarnos a través de la confusión como la luz del faro guía al marino”. Pero al decir eso demuestran que sólo buscan un puerto seguro, que temen al mar abierto de la vida.
O también puede que formulen la pregunta porque desean reforzar su propia creencia; quieren verificarla, corroborarla. Señores, algo que es un juguete, aunque pueda embellecerse por la corroboración de miles de personas, sigue siendo un juguete. Ustedes me dicen: “Nuestros Maestros nos han dado fe, pero ahora viene usted para arrojar la duda sobre esa fe. Por lo tanto, queremos saber si los Maestros existen o no. Por favor, fortalézcanos en nuestra creencia de que existen, díganos si usted mismo ha sido guiado por ellos o no”.
Si desean meramente ser fortalecidos en su fe, entonces no puedo contestar su pregunta porque no estoy de acuerdo con la fe. La fe es mera autoridad, ceguera, esperanza, anhelo; es un medio de explotación, ya sea aquí o en la iglesia católica romana o en cualquier otra religión. Es un medio para obligar al hombre a la acción, a la acción virtuosa o no virtuosa. El fortalecer la fe no reditúa comprensión; antes bien, el dudar de esa fe y descubrir su significado es lo que trae comprensión. ¿Cuál sería la diferencia si ustedes vieran a los Maestros físicamente todos los días? Seguirían aferrándose a sus prejuicios, a sus tradiciones, a sus hábitos; seguirían siendo esclavos de sus propias crueldades, de sus creencias fanáticas y estrechas, de su falta de amor, de su orgullo nacional, pero mantendrían estas cosas en secreto bajo llave.
De la primera pregunta surge, entonces, una segunda: “¿Pone usted en duda a los mensajeros de los Maestros?” Yo dudo de todo, porque sólo gracias a la duda puede uno descubrir, no depositando su fe en alguna cosa. Pero ustedes han evitado, cuidadosa y diligentemente, la duda; la han descartado como un impedimento.
Entonces, nuevamente, dirán: “Si entro en contacto con los Maestros, podré descubrir su plan para la humanidad”. ¿Quieren ustedes decir un plan social, un plan para el bienestar físico del hombre? ¿O se refieren al bienestar espiritual del hombre? Si contestan: “Ambas cosas”, entonces yo digo que el hombre no puede lograr el bienestar espiritual por medio de alguna otra persona. Eso descansa enteramente en sus propias manos. Nadie puede planearlo para otro. Cada hombre debe descubrirlo por sí mismo, debe comprenderlo; hay integridad en la realización plena, no en el progreso. Pero si dicen: “Buscamos un plan para el bienestar físico del hombre”, entonces tienen que estudiar economía y sociología. En tal caso, ¿por qué no convertir en el maestro de ustedes a Harold Laski, a Keynes, a Marx o a Lenin? Cada uno de ellos ofrece un plan para el bienestar físico del hombre. Pero eso no es lo que ustedes desean. Lo que desean, cuando buscan a los Maestros, es un amparo, un refugio de seguridad; desean protegerse de su sufrimiento, esconderse de la agitación y el conflicto.
Yo digo que no hay tal cosa como el refugio, el consuelo. Uno sólo puede fabricarse un refugio artificial creado intelectualmente. Por haber hecho esto durante generaciones, han perdido su inteligencia creativa. Han quedado atados a la autoridad, mutilados por las creencias, por las falsas tradiciones y los hábitos. Sus corazones se han endurecido, están secos. Por eso soportan toda clase de crueles sistemas de pensamiento que conducen a la explotación. Por eso estimulan el nacionalismo, por eso les falta el sentido de hermandad. Hablan de hermandad, pero sus palabras nada significan en tanto sus corazones están comprometidos con las diferencias de clase. Ustedes, que creen tan profundamente en todas estas ideas, ¿qué es lo que tienen, qué es lo que son? Cáscaras vacías resonando con palabras, palabras y palabras. Han perdido todo sentimiento por la belleza, por el amor; sostienen instituciones falsas, ideas falsas. Aquéllos de ustedes que creen en los Maestros y siguen el sistema y el plan de estos Maestros, que siguen a sus mensajeros, ¿qué son? En su explotación, en su nacionalismo, en su maltrato de las mujeres y los niños, en su codicia, son exactamente tan crueles como el hombre que no cree en los Maestros, en su plan, en sus mensajeros. Simplemente, han establecido nuevas tradiciones en lugar de las viejas, han cambiado nuevas creencias por las viejas; su nacionalismo es tan cruel como el antiguo, sólo que tienen argumentos más sutiles para justificar sus crueldades y su explotación.
Mientras la mente esté atrapada en la creencia, no hay comprensión, no hay libertad. Por lo tanto, que los Maestros existan o no existan, para mí carece de pertinencia con respecto a la acción, a la plenitud de realización, que es lo que debe interesarnos. Aun cuando su existencia fuera un hecho, no es importante; porque para comprender, ustedes tienen que ser independientes, tienen que sostenerse por sí mismos, completamente desnudos, despojados de toda seguridad. Esto es lo que he dicho en mi plática introductoria. Ustedes tienen que descubrir si están buscando seguridad, consuelo, o si están buscando comprensión. Si realmente examinan sus propios corazones, casi todos encontrarán que están buscando seguridad, consuelo, refugios seguros, y en esa búsqueda se proveen de filosofías, gurús, sistemas de autodisciplina. De este modo bloquean, limitan continuamente al pensamiento. En su esfuerzo por escapar del temor, se atrincheran en las creencias y, debido a eso, incrementan la propia conciencia egocéntrica, el propio egotismo; se han vuelto meramente más sutiles, más ingeniosos.
Sé que todas estas cosas las he dicho antes de una manera diferente, pero, al parecer, mis palabras no han tenido efecto. O bien desean comprender lo que digo, o están satisfechos con sus propias creencias y desdichas. Si están satisfechos con ellas, ¿por qué me han invitado a hablar aquí? ¿Por qué me escuchan? No, fundamentalmente no están satisfechos. Pueden aparentar que lo están, pueden ingresar en instituciones, practicar nuevas ceremonias, pero internamente sienten incertidumbre, los roe incesantemente algo que jamás se atreven a afrontar. En lugar de eso, buscan sustitutos; quieren saber si yo puedo ofrecerles nuevos refugios y por eso me han formulado esta pregunta. Quieren que los apoye en aquellas creencias de las que se sienten inseguros. Anhelan permanencia interna, pero les digo que tal permanencia no existe. Desean que yo les dé ciertas certidumbres, garantías. Les digo que tienen tales certidumbres, tales garantías en centenares de sus libros, en sus filosofías, pero no son de valor para ustedes, son polvo y cenizas, porque en lo profundo de ustedes no hay comprensión. Podrán tener comprensión, se los aseguro, sólo cuando empiecen a dudar, cuando empiecen a cuestionar los refugios en los que encuentran consuelo, amparo.
Pero esto significa que deben entrar en conflicto con las tradiciones y los hábitos que han establecido. Quizás han descartado tradiciones antiguas, antiguos gurús, antiguas ceremonias y han adoptado otras nuevas. ¿Cuál es la diferencia? Las nuevas tradiciones, los gurús nuevos, las ceremonias nuevas, son lo mismo que las viejas, excepto que son más exclusivas. Cuestionando constantemente descubrirán el real, inherente valor de las tradiciones, de los gurús, de las ceremonias. No les estoy pidiendo que abandonen las ceremonias, que dejen de seguir a los Maestros. Ese punto es muy secundario y poco inteligente; no es importante si practican ceremonias y si recurren en busca de guía a los Maestros. Pero en tanto exista falta de comprensión habrá miedo, dolor, y el mero intento de disimular ese miedo, ese dolor, por medio de las ceremonias, de la guía de los Maestros, no los liberará.
Me han formulado esta pregunta antes, me han preguntado la misma cosa el año pasado. Y cada vez la preguntan porque quieren encontrar un refugio tras mi respuesta, quieren sentirse a salvo, poner fin a la duda. Bien, yo puedo contradecir la creencia de ustedes, puedo afirmar que no hay Maestros. Entonces viene otro y les dice que los Maestros sí existen. Yo les digo que duden de ambas respuestas, que las cuestionen; no se limiten a aceptarlas. Ustedes no son niños, no son monos que imitan la acción de algún otro; son seres humanos y no deben estar condicionados por el miedo. Se supone que son creativamente inteligentes, pero ¿cómo pueden serlo si siguen a un maestro, una filosofía, una práctica, un sistema de autodisciplina? La vida es rica sólo para el hombre que está en el constante movimiento del pensar, para el hombre cuyas acciones son armoniosas. En él hay afecto, consideración. Aquél cuyas acciones son armoniosas, utilizará un inteligente sistema para curar las supuradas heridas del mundo.
Sé que lo que estoy diciendo hoy lo he dicho en innumerables oportunidades; lo he expresado una y otra vez. Pero ustedes no sienten estas cosas, porque han justificado con explicaciones su sufrimiento y encuentran refugio y consuelo en estas explicaciones, en sus creencias. Sólo se interesan en sí mismos, en su propia seguridad, en su bienestar, como los hombres que luchan por obtener nombramientos del gobierno. Ustedes hacen la misma cosa de diferentes maneras, y sus palabras acerca de la hermandad, de la verdad, nada significan, no son sino charla vacía.
31 de diciembre de 1933
J. KRISHNAMURTI
OBRAS COMPLETAS AÑOS 1933-1967
Tomo I (1933-1934)
EL ARTE DE ESCUCHAR
EDITORIAL KIER S.A.
Traducido del inglés por
Armando Clavier
Pregunta: En su autobiografía, la Dra. Besant ha dicho que, por primera vez en su vida, pasó de la tempestad a la paz cuando conoció a su gran Maestro. De ahí en adelante, su magnífica vida tuvo su fuerza motriz en la ilimitada e incesante devoción a su Maestro, expresada en el júbilo al servirle. Usted mismo, en sus poéticas palabras, ha declarado su júbilo inexpresable en la unión con el Bienamado y en el hecho de ver su rostro dondequiera que se volviese. ¿No podría la influencia de un Maestro ser igualmente significativa en otras vidas, tal como lo fue, evidentemente, en la grandiosa vida de la Dra. Besant y en la suya propia?
KRISHNAMURTI: Ustedes me preguntan, en otras palabras, si los Maestros son necesarios, si yo creo en los Maestros, si la influencia de ellos es benéfica y si existen. Ésa es toda la pregunta, ¿verdad? Muy bien, señores. Ahora bien, ya sea que ustedes crean o no crean en los Maestros (y algunos de ustedes sí creen en ellos), por favor, no cierren sus mentes contra lo que voy a decir. Sean abiertos, críticos. Examinemos la cuestión comprensivamente, antes que discutir si creen o no creen en los Maestros.
Ante todo, para comprender la verdad uno tiene que permanecer solo, completa y totalmente solo. Ningún Maestro ni instructor ni gurú, ningún sistema, ninguna autodisciplina levantarán jamás para ustedes el velo tras el cual se oculta la sabiduría. La sabiduría consiste en comprender los valores perdurables y en vivir tales valores. Nadie puede conducirlos a la sabiduría. Eso es obvio, ¿no es así? Ni siquiera necesitamos discutirlo. Nadie puede forzarlos, ningún sistema puede instarles a que se liberen del instinto posesivo, hasta que ustedes mismos comprenden voluntariamente. En esa comprensión está la sabiduría. Ningún Maestro ni gurú ni instructor, ningún sistema, pueden forzarlos hacia esa comprensión. Sólo el sufrimiento que ustedes mismos experimenten puede hacerles ver el absurdo de la posesión, la cual es el origen del conflicto. A causa de ese sufrimiento, adviene la comprensión. Pero cuando buscan escapar del sufrimiento, cuando buscan refugio, consuelo, entonces tienen que tener Maestros, filosofías y creencias; entonces recurren a refugios de seguridad tales como la religión.
Así, con esta comprensión, voy a contestar su pregunta. Olvidemos por el momento lo que la Dra. Besant ha dicho y hecho, o lo que yo he dicho y hecho. Dejemos eso de lado. No introduzcamos a la Dra. Besant en la discusión; si lo hacen, reaccionarán emocionalmente, tanto aquéllos de ustedes que simpatizan con las ideas de ella como los que no simpatizan. Dirán que ella me ha educado, que soy desleal, y palabras como ésas que utilizan para demostrar su desaprobación. Dejemos de lado todo esto por ahora y consideremos la cuestión de manera clara y simple.
En primer lugar, ustedes quieren saber si los Maestros existen. Yo digo que tiene muy poca importancia si existen o no existen. Ahora no piensen, por favor, que estoy atacando sus creencias. Me doy cuenta de que hablo a miembros de la Sociedad Teosófica y de que soy aquí el invitado de ustedes. Pero me han formulado una pregunta y simplemente la estoy contestando. Consideremos, pues, por qué quieren saber si los Maestros existen o no. “Porque”, se dicen ustedes, “los Maestros pueden guiarnos a través de la confusión como la luz del faro guía al marino”. Pero al decir eso demuestran que sólo buscan un puerto seguro, que temen al mar abierto de la vida.
O también puede que formulen la pregunta porque desean reforzar su propia creencia; quieren verificarla, corroborarla. Señores, algo que es un juguete, aunque pueda embellecerse por la corroboración de miles de personas, sigue siendo un juguete. Ustedes me dicen: “Nuestros Maestros nos han dado fe, pero ahora viene usted para arrojar la duda sobre esa fe. Por lo tanto, queremos saber si los Maestros existen o no. Por favor, fortalézcanos en nuestra creencia de que existen, díganos si usted mismo ha sido guiado por ellos o no”.
Si desean meramente ser fortalecidos en su fe, entonces no puedo contestar su pregunta porque no estoy de acuerdo con la fe. La fe es mera autoridad, ceguera, esperanza, anhelo; es un medio de explotación, ya sea aquí o en la iglesia católica romana o en cualquier otra religión. Es un medio para obligar al hombre a la acción, a la acción virtuosa o no virtuosa. El fortalecer la fe no reditúa comprensión; antes bien, el dudar de esa fe y descubrir su significado es lo que trae comprensión. ¿Cuál sería la diferencia si ustedes vieran a los Maestros físicamente todos los días? Seguirían aferrándose a sus prejuicios, a sus tradiciones, a sus hábitos; seguirían siendo esclavos de sus propias crueldades, de sus creencias fanáticas y estrechas, de su falta de amor, de su orgullo nacional, pero mantendrían estas cosas en secreto bajo llave.
De la primera pregunta surge, entonces, una segunda: “¿Pone usted en duda a los mensajeros de los Maestros?” Yo dudo de todo, porque sólo gracias a la duda puede uno descubrir, no depositando su fe en alguna cosa. Pero ustedes han evitado, cuidadosa y diligentemente, la duda; la han descartado como un impedimento.
Entonces, nuevamente, dirán: “Si entro en contacto con los Maestros, podré descubrir su plan para la humanidad”. ¿Quieren ustedes decir un plan social, un plan para el bienestar físico del hombre? ¿O se refieren al bienestar espiritual del hombre? Si contestan: “Ambas cosas”, entonces yo digo que el hombre no puede lograr el bienestar espiritual por medio de alguna otra persona. Eso descansa enteramente en sus propias manos. Nadie puede planearlo para otro. Cada hombre debe descubrirlo por sí mismo, debe comprenderlo; hay integridad en la realización plena, no en el progreso. Pero si dicen: “Buscamos un plan para el bienestar físico del hombre”, entonces tienen que estudiar economía y sociología. En tal caso, ¿por qué no convertir en el maestro de ustedes a Harold Laski, a Keynes, a Marx o a Lenin? Cada uno de ellos ofrece un plan para el bienestar físico del hombre. Pero eso no es lo que ustedes desean. Lo que desean, cuando buscan a los Maestros, es un amparo, un refugio de seguridad; desean protegerse de su sufrimiento, esconderse de la agitación y el conflicto.
Yo digo que no hay tal cosa como el refugio, el consuelo. Uno sólo puede fabricarse un refugio artificial creado intelectualmente. Por haber hecho esto durante generaciones, han perdido su inteligencia creativa. Han quedado atados a la autoridad, mutilados por las creencias, por las falsas tradiciones y los hábitos. Sus corazones se han endurecido, están secos. Por eso soportan toda clase de crueles sistemas de pensamiento que conducen a la explotación. Por eso estimulan el nacionalismo, por eso les falta el sentido de hermandad. Hablan de hermandad, pero sus palabras nada significan en tanto sus corazones están comprometidos con las diferencias de clase. Ustedes, que creen tan profundamente en todas estas ideas, ¿qué es lo que tienen, qué es lo que son? Cáscaras vacías resonando con palabras, palabras y palabras. Han perdido todo sentimiento por la belleza, por el amor; sostienen instituciones falsas, ideas falsas. Aquéllos de ustedes que creen en los Maestros y siguen el sistema y el plan de estos Maestros, que siguen a sus mensajeros, ¿qué son? En su explotación, en su nacionalismo, en su maltrato de las mujeres y los niños, en su codicia, son exactamente tan crueles como el hombre que no cree en los Maestros, en su plan, en sus mensajeros. Simplemente, han establecido nuevas tradiciones en lugar de las viejas, han cambiado nuevas creencias por las viejas; su nacionalismo es tan cruel como el antiguo, sólo que tienen argumentos más sutiles para justificar sus crueldades y su explotación.
Mientras la mente esté atrapada en la creencia, no hay comprensión, no hay libertad. Por lo tanto, que los Maestros existan o no existan, para mí carece de pertinencia con respecto a la acción, a la plenitud de realización, que es lo que debe interesarnos. Aun cuando su existencia fuera un hecho, no es importante; porque para comprender, ustedes tienen que ser independientes, tienen que sostenerse por sí mismos, completamente desnudos, despojados de toda seguridad. Esto es lo que he dicho en mi plática introductoria. Ustedes tienen que descubrir si están buscando seguridad, consuelo, o si están buscando comprensión. Si realmente examinan sus propios corazones, casi todos encontrarán que están buscando seguridad, consuelo, refugios seguros, y en esa búsqueda se proveen de filosofías, gurús, sistemas de autodisciplina. De este modo bloquean, limitan continuamente al pensamiento. En su esfuerzo por escapar del temor, se atrincheran en las creencias y, debido a eso, incrementan la propia conciencia egocéntrica, el propio egotismo; se han vuelto meramente más sutiles, más ingeniosos.
Sé que todas estas cosas las he dicho antes de una manera diferente, pero, al parecer, mis palabras no han tenido efecto. O bien desean comprender lo que digo, o están satisfechos con sus propias creencias y desdichas. Si están satisfechos con ellas, ¿por qué me han invitado a hablar aquí? ¿Por qué me escuchan? No, fundamentalmente no están satisfechos. Pueden aparentar que lo están, pueden ingresar en instituciones, practicar nuevas ceremonias, pero internamente sienten incertidumbre, los roe incesantemente algo que jamás se atreven a afrontar. En lugar de eso, buscan sustitutos; quieren saber si yo puedo ofrecerles nuevos refugios y por eso me han formulado esta pregunta. Quieren que los apoye en aquellas creencias de las que se sienten inseguros. Anhelan permanencia interna, pero les digo que tal permanencia no existe. Desean que yo les dé ciertas certidumbres, garantías. Les digo que tienen tales certidumbres, tales garantías en centenares de sus libros, en sus filosofías, pero no son de valor para ustedes, son polvo y cenizas, porque en lo profundo de ustedes no hay comprensión. Podrán tener comprensión, se los aseguro, sólo cuando empiecen a dudar, cuando empiecen a cuestionar los refugios en los que encuentran consuelo, amparo.
Pero esto significa que deben entrar en conflicto con las tradiciones y los hábitos que han establecido. Quizás han descartado tradiciones antiguas, antiguos gurús, antiguas ceremonias y han adoptado otras nuevas. ¿Cuál es la diferencia? Las nuevas tradiciones, los gurús nuevos, las ceremonias nuevas, son lo mismo que las viejas, excepto que son más exclusivas. Cuestionando constantemente descubrirán el real, inherente valor de las tradiciones, de los gurús, de las ceremonias. No les estoy pidiendo que abandonen las ceremonias, que dejen de seguir a los Maestros. Ese punto es muy secundario y poco inteligente; no es importante si practican ceremonias y si recurren en busca de guía a los Maestros. Pero en tanto exista falta de comprensión habrá miedo, dolor, y el mero intento de disimular ese miedo, ese dolor, por medio de las ceremonias, de la guía de los Maestros, no los liberará.
Me han formulado esta pregunta antes, me han preguntado la misma cosa el año pasado. Y cada vez la preguntan porque quieren encontrar un refugio tras mi respuesta, quieren sentirse a salvo, poner fin a la duda. Bien, yo puedo contradecir la creencia de ustedes, puedo afirmar que no hay Maestros. Entonces viene otro y les dice que los Maestros sí existen. Yo les digo que duden de ambas respuestas, que las cuestionen; no se limiten a aceptarlas. Ustedes no son niños, no son monos que imitan la acción de algún otro; son seres humanos y no deben estar condicionados por el miedo. Se supone que son creativamente inteligentes, pero ¿cómo pueden serlo si siguen a un maestro, una filosofía, una práctica, un sistema de autodisciplina? La vida es rica sólo para el hombre que está en el constante movimiento del pensar, para el hombre cuyas acciones son armoniosas. En él hay afecto, consideración. Aquél cuyas acciones son armoniosas, utilizará un inteligente sistema para curar las supuradas heridas del mundo.
Sé que lo que estoy diciendo hoy lo he dicho en innumerables oportunidades; lo he expresado una y otra vez. Pero ustedes no sienten estas cosas, porque han justificado con explicaciones su sufrimiento y encuentran refugio y consuelo en estas explicaciones, en sus creencias. Sólo se interesan en sí mismos, en su propia seguridad, en su bienestar, como los hombres que luchan por obtener nombramientos del gobierno. Ustedes hacen la misma cosa de diferentes maneras, y sus palabras acerca de la hermandad, de la verdad, nada significan, no son sino charla vacía.
31 de diciembre de 1933
J. KRISHNAMURTI
OBRAS COMPLETAS AÑOS 1933-1967
Tomo I (1933-1934)
EL ARTE DE ESCUCHAR
EDITORIAL KIER S.A.
Traducido del inglés por
Armando Clavier
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