miércoles, 17 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y las Curaciones.

Krishnaji, acompañado por Madhavachari, llegó a Delhi a principios de 1958. Habían pasado varios años desde que yo conociera a Krishnamurti el sanador. Le hablé de mi pena, de mi dolor. Su compasión me envolvió enteramente. Hizo que me enfrentara al hecho de que no había existido relación alguna entre mí y el hombre con quien me había casado. Yo no estaba preparada para ver esto. El dolor llegaba en oleadas, me arrastraba, y hacía imposible una visión clara de los hechos. Él colocó las palmas de sus manos rodeando mi rostro como las alas de una golondrina. Hizo que mirara dentro de sus ojos y vi mi dolor reflejarse en ellos. Era el padre, la madre, el amigo y el maestro que proporcionaba a mi espíritu angustiado fortaleza y ternura; pero no permitió que siguiera mirando. Como una columna de fuego, su mirar aniquilaba los recuerdos, la soledad y la falta de atención, que eran las raíces de la pena. Fui puesta frente a frente con la vacuidad del dolor. Se generó una percepción que quemaba las cicatrices de lo que había sido. Él entregaba en abundancia su amor, y éste fluía a través de mí aquietando el corazón. Si a mí me curó internamente, también a mi esposo le entregó su caudal. Físicamente, curando el corazón lesionado; y sanando su mente y su espíritu al hablarle con igual afecto. 

Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.

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