“YO Y MI HERMANO SOMOS UNO”
Krishna y Nitya habían compartido su soledad en un mundo extraño; reían juntos; contaban cuentos cómicos; viajaban juntos planeaban juntos el trabajo futuro y toda la vida. (En una carta enviada desde Ojai el 21 de febrero de 1923. Nitya había escrito a Mrs. Besant: “Krishna y yo estabamos llenos de proyectos que vamos a realizar en la India: y queremos hablarle de ellos y ambos deseamos regresar. Jamás en mi vida he sentido tantas nostalgias de la India: California ha hecho de mí un hindú. Comienzo a comprender en pequeña escala, desde luego, lo que usted siente por la India.
Con todo mi amor, Nitya”9.
Escribiendo después de la muerte de su hermano, Krishnamurti decía: “Un viejo sueño ha muerto y uno nuevo ha nacido. Está surgiendo una nueva visión y está desplegándose una conciencia nueva he llorado pero no quiero que otros lloren; y si lo hacen, sé lo que eso significa. Ahora lo sé, sé que ahora somos inseparables. El y yo trabajaremos juntos, porque yo y mi hermano somos uno”.
Por la época en que Krishnamurti y la Dra. Besant llegaron a Adyar, Krishnamurti había emergido de su batalla con el dolor, inmensamente sereno, radiante y libre de todo sentimiento y emoción. Pero su creencia en los Maestros y en la jerarquía oculta, había experimentado una revolución total. Ya raramente habría de referirse otra vez a los Maestros en su forma física. En años posteriores, hablando con vacilación de este período, Krishnamurti aceptaba que tal vez la intensidad del dolor había desencadenado una inmensa e inexpresable percepción. Una inteligencia que había tardado largos años en madurar, que había permanecido en estado latente, había funcionado en el momento de mayor agudeza del sufrimiento. (En un mensaje al Grupo Internacional de Preparación Propia, poco después de la muerte de Nitya. Krishnaji escribía: “Por ejemplo, cuando mi hermano murió, yo me sentí completamente perdido. Ustedes no tienen idea de cómo me sentí durante dos o tres días por más que eso, por una semana tal vez. Todavía le echo de menos; siempre le echaré de menos físicamente, pero siento que él y yo estamos trabajando juntos, que recorremos el mismo sendero del mismo lado de la montaña, viendo las mismas flores, las mismas criaturas, el mismo cielo azul, las mismas nubes y los mismos árboles. Es por eso que siento como si fuera parte de él mismo; y sólo cuando me siento muy cansado, empiezo a decir: ‘Mi hermano no está ahí’. Pero enseguida mi mente me detiene y me dice lo absurdo que es un pensamiento semejante”10.
9 Archivos de la S.T. Adyar, Madrás.
10 Ibid.
Biografía de J. Krishnamurti. Pupul Jayakar. Editorial Kier.
Krishna y Nitya habían compartido su soledad en un mundo extraño; reían juntos; contaban cuentos cómicos; viajaban juntos planeaban juntos el trabajo futuro y toda la vida. (En una carta enviada desde Ojai el 21 de febrero de 1923. Nitya había escrito a Mrs. Besant: “Krishna y yo estabamos llenos de proyectos que vamos a realizar en la India: y queremos hablarle de ellos y ambos deseamos regresar. Jamás en mi vida he sentido tantas nostalgias de la India: California ha hecho de mí un hindú. Comienzo a comprender en pequeña escala, desde luego, lo que usted siente por la India.
Con todo mi amor, Nitya”9.
Escribiendo después de la muerte de su hermano, Krishnamurti decía: “Un viejo sueño ha muerto y uno nuevo ha nacido. Está surgiendo una nueva visión y está desplegándose una conciencia nueva he llorado pero no quiero que otros lloren; y si lo hacen, sé lo que eso significa. Ahora lo sé, sé que ahora somos inseparables. El y yo trabajaremos juntos, porque yo y mi hermano somos uno”.
Por la época en que Krishnamurti y la Dra. Besant llegaron a Adyar, Krishnamurti había emergido de su batalla con el dolor, inmensamente sereno, radiante y libre de todo sentimiento y emoción. Pero su creencia en los Maestros y en la jerarquía oculta, había experimentado una revolución total. Ya raramente habría de referirse otra vez a los Maestros en su forma física. En años posteriores, hablando con vacilación de este período, Krishnamurti aceptaba que tal vez la intensidad del dolor había desencadenado una inmensa e inexpresable percepción. Una inteligencia que había tardado largos años en madurar, que había permanecido en estado latente, había funcionado en el momento de mayor agudeza del sufrimiento. (En un mensaje al Grupo Internacional de Preparación Propia, poco después de la muerte de Nitya. Krishnaji escribía: “Por ejemplo, cuando mi hermano murió, yo me sentí completamente perdido. Ustedes no tienen idea de cómo me sentí durante dos o tres días por más que eso, por una semana tal vez. Todavía le echo de menos; siempre le echaré de menos físicamente, pero siento que él y yo estamos trabajando juntos, que recorremos el mismo sendero del mismo lado de la montaña, viendo las mismas flores, las mismas criaturas, el mismo cielo azul, las mismas nubes y los mismos árboles. Es por eso que siento como si fuera parte de él mismo; y sólo cuando me siento muy cansado, empiezo a decir: ‘Mi hermano no está ahí’. Pero enseguida mi mente me detiene y me dice lo absurdo que es un pensamiento semejante”10.
9 Archivos de la S.T. Adyar, Madrás.
10 Ibid.
Biografía de J. Krishnamurti. Pupul Jayakar. Editorial Kier.
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