Después del Campamento de Ommen en 1930, K viajó con Rajagopal a Francia y luego a Suiza, donde cayó muy enfermo de bronquitis; más adelante se trasladó a Taormina en Sicilia con el fin de recuperarse. Fue una época apacible, feliz. «Aquellos cálidos y tranquilos días soleados, han hecho accesibles muchas ideas y siento un gran entusiasmo en mi corazón. He escrito y llenado mi libro de notas mientras estaba allí». Así le escribió a Lady Emily el 11 de diciembre desde el Hotel Grande Bretagne en Atenas, donde había llegado con Rajagopal el día anterior y donde se había dispuesto para él una serie de pláticas. Era su primera visita a Grecia. La reunión que se celebró el día de su llegada estuvo abarrotada de público: «Creo que 1000 personas no pudieron entrar y en el vestíbulo había más de 2000. ¡Alguien dijo que si me quedaba por dos semanas me convertiría en el Alcalde de Atenas! ¡Pienso que es mejor que me vaya! Ellos son muy entusiastas y no puedo salir sin que literalmente una multitud venga detrás de mí». En esta misma carta, proseguía diciendo:
Jamás he visto nada más, bello, más simple e impresionante que el Parthenon. Toda la Acrópolis es maravillosa, quita el aliento, y todo lo demás que existe como expresión del hombre es vulgar, mediocre y confuso. Esto es magnífico. Para verlo recorrería miles de kilómetros. ¡Qué gente prodigiosa eran estos pocos griegos! Usted debe ver esto; toda otra cosa que no se encuentra en el camino de lo eterno, es insignificante, ridícula y estúpida.
K no se había mostrado tan entusiasta acerca de una obra de arte desde que, en 1924, en el Museo de Boston, había visto una cabeza del Buda tallada en piedra. (K escribió un artículo en relación con esta cabeza del Buda, en El Heraldo de la Estrella, en 1924). El único objeto de hechura humana que antes le había conmovido de esa manera, fue la Victoria alada en el Louvre.
KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)
Jamás he visto nada más, bello, más simple e impresionante que el Parthenon. Toda la Acrópolis es maravillosa, quita el aliento, y todo lo demás que existe como expresión del hombre es vulgar, mediocre y confuso. Esto es magnífico. Para verlo recorrería miles de kilómetros. ¡Qué gente prodigiosa eran estos pocos griegos! Usted debe ver esto; toda otra cosa que no se encuentra en el camino de lo eterno, es insignificante, ridícula y estúpida.
K no se había mostrado tan entusiasta acerca de una obra de arte desde que, en 1924, en el Museo de Boston, había visto una cabeza del Buda tallada en piedra. (K escribió un artículo en relación con esta cabeza del Buda, en El Heraldo de la Estrella, en 1924). El único objeto de hechura humana que antes le había conmovido de esa manera, fue la Victoria alada en el Louvre.
KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)
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