APRECIACIÓN DE LA MUSICA DEVOCIONAL
SW: Krishnaji, disfruté mucho del concierto de anoche. He venido a la India para escuchar esta música melodiosa. Ha sido un verdadero placer.
K: Sí. Fue una representación maravillosa.
SW: Lo que me sorprende es por qué participó en el canto de los bhajans. Lo observé atentamente. Estaba usted en la primera fila y cantaba los himnos vedas. No estoy en contra de estos himnos, al contrario, me gustan mucho. Pero, ¿puedo preguntarle por qué se ha manifestado en contra de todo tipo de culto? Condena usted el culto, pero ayer participó con otros en una ceremonia.
K: Se puede escuchar uno de estos encantadores bhajan y no por eso verse influido por sus ideas. Es posible escuchar un sloka o un bhajan y experimentar los mágicos efectos de los sonidos haciendo caso omiso de los mitos, las leyendas, las creencias y los conceptos que forman parte de la erudición india. ¿Ha intentado usted disfrutar de un mero bhajan sin creer en Krishna o en ninguna otra divinidad?
SW: Creo que un bhajan adquiere más significación cuando uno toma conciencia de que va dirigido a una determinada deidad. Un bhajan es una manifestación devota del corazón.
K: ¡No, no! Yo no llamaría a eso devoción. La verdadera devoción carece de motivo. Es un estado en el que uno no se pregunta nada. Pero cuando se pone usted delante de un altar y ofrece un puja y luego pide favores a cambio, se trata de un soborno psicológico, ¿no? Intenta negociar con la deidad. Le dice: «Te ofrezco esto y tú debes darme aquello a cambio». Pero la devoción verdadera es un estado en el que el espíritu no está centrado en ningún objeto, persona, deidad, creencia o idea particular.
SW: ¿Quiere usted decir que un verdadero devoto posee un estado espiritual sin objeto?
K: Exactamente. Como le decía, la forma correcta de escuchar cualquier himno o canto devocional es sintiendo sólo el sonido, sus movimientos de melancólica súplica y dichoso éxtasis, y quedarse sólo en eso, sin permitir que el espíritu se vea condicionado por unas ideas y creencias religiosas que casi siempre van asociadas a la música. Entonces descubrirá que todas las músicas devocionales son fundamentalmente la misma.
SW: ¿Quiere que le organice un concierto de música clásica occidental?
K: No se moleste. Tendré muchas oportunidades de escuchar música clásica occidental cuando vaya a Europa.
SW: A mí me gustan Bach, Beethoven y Handel.
K: A mí también me gustan esos compositores. ¿Sigue usted lo que le digo? Si escucha con cuidado encontrará que toda la música devocional, independientemente de donde provenga, tiene ciertos elementos comunes. ¿Cuáles son esos elementos? ¿No ha notado que toda la música devocional es una especie de parición, de llanto, de súplica?
SW: Eso la hace muy emotiva. Entiendo lo que dice.
K: ¿Alguna vez ha escuchado llorar a un niño?
SW: ¡Los niños que gritan y lloran me ponen nervioso! ¡Me dan ganas de echar a correr!
K: Si de verdad ha escuchado con el corazón y la mente el llanto de un niño, como he hecho yo, pero no me refiero a escuchar en parte, sino a escuchar plenamente con toda atención, entonces también le darán ganas de llorar. Querrá sostener la mano de ese niño o de esa niña y llorar con él. A menos que tenga un corazón puro no será capaz de hacerlo. Le describo el estado de la verdadera devoción, no la devoción sin sentido de un espíritu estúpido que ofrece flores e incienso a una imagen, producto de la mano o del espíritu.
SW: ¿Llamaría a eso bhakti puro?
K: El nombre no tiene importancia. Puede darle el nombre que desee, pero, ¿experimenta usted ese tipo de sentimientos?
SW: Asisto a conciertos con una cierta frecuencia pero la dificultad radica en que después de escuchar las primeras notas mi mente comienza a vagar.
K: Vague usted con ella y averigüe por qué su atención va de una cosa a otra.
SW: Lo que sugiere suena magnifico pero lo he intentado en la práctica y casi siempre fracaso.
K: Siga intentándolo y no se dé por vencido.
SW: En alguna parte de sus escritos ha dicho usted que la música no está en las notas sino en los intervalos entre éstas. No entiendo bien a qué se refiere.
K: Las notas en sí no tienen mucho sentido, ¿verdad? Igual que cuando lee usted un libro, las palabras en sí mismas no tienen ningún significado. Las notas y las palabras son sonidos carentes de sentido. Es en el intervalo entre las palabras, en el estado de silencio entre las palabras cuando se capta el significado de lo que el escritor intenta transmitir. No se pierda en el aspecto técnico de la música. Para apreciar una pieza musical no es absolutamente esencial que uno sepa leerla. La comprensión se produce únicamente cuando el espíritu está en silencio. Y no considere la música como una escapatoria o una droga que puede inducir al silencio. Ese silencio viene naturalmente, sin esfuerzo, cuando se comprende. La música nace en ese silencio. Ese silencio es la fuente de toda creación. Ese silencio primordial no tiene ni principio ni fin. Ese silencio, el eterno, escapa al alcance del intelecto.
Susanaga Weeraperuma
KRISHNAMURTI TAL COMO LE CONOCÍ
Traducción de Celia Filipetto
Verdaguer, 1 08786 Capellades (Barcelona)
SW: Krishnaji, disfruté mucho del concierto de anoche. He venido a la India para escuchar esta música melodiosa. Ha sido un verdadero placer.
K: Sí. Fue una representación maravillosa.
SW: Lo que me sorprende es por qué participó en el canto de los bhajans. Lo observé atentamente. Estaba usted en la primera fila y cantaba los himnos vedas. No estoy en contra de estos himnos, al contrario, me gustan mucho. Pero, ¿puedo preguntarle por qué se ha manifestado en contra de todo tipo de culto? Condena usted el culto, pero ayer participó con otros en una ceremonia.
K: Se puede escuchar uno de estos encantadores bhajan y no por eso verse influido por sus ideas. Es posible escuchar un sloka o un bhajan y experimentar los mágicos efectos de los sonidos haciendo caso omiso de los mitos, las leyendas, las creencias y los conceptos que forman parte de la erudición india. ¿Ha intentado usted disfrutar de un mero bhajan sin creer en Krishna o en ninguna otra divinidad?
SW: Creo que un bhajan adquiere más significación cuando uno toma conciencia de que va dirigido a una determinada deidad. Un bhajan es una manifestación devota del corazón.
K: ¡No, no! Yo no llamaría a eso devoción. La verdadera devoción carece de motivo. Es un estado en el que uno no se pregunta nada. Pero cuando se pone usted delante de un altar y ofrece un puja y luego pide favores a cambio, se trata de un soborno psicológico, ¿no? Intenta negociar con la deidad. Le dice: «Te ofrezco esto y tú debes darme aquello a cambio». Pero la devoción verdadera es un estado en el que el espíritu no está centrado en ningún objeto, persona, deidad, creencia o idea particular.
SW: ¿Quiere usted decir que un verdadero devoto posee un estado espiritual sin objeto?
K: Exactamente. Como le decía, la forma correcta de escuchar cualquier himno o canto devocional es sintiendo sólo el sonido, sus movimientos de melancólica súplica y dichoso éxtasis, y quedarse sólo en eso, sin permitir que el espíritu se vea condicionado por unas ideas y creencias religiosas que casi siempre van asociadas a la música. Entonces descubrirá que todas las músicas devocionales son fundamentalmente la misma.
SW: ¿Quiere que le organice un concierto de música clásica occidental?
K: No se moleste. Tendré muchas oportunidades de escuchar música clásica occidental cuando vaya a Europa.
SW: A mí me gustan Bach, Beethoven y Handel.
K: A mí también me gustan esos compositores. ¿Sigue usted lo que le digo? Si escucha con cuidado encontrará que toda la música devocional, independientemente de donde provenga, tiene ciertos elementos comunes. ¿Cuáles son esos elementos? ¿No ha notado que toda la música devocional es una especie de parición, de llanto, de súplica?
SW: Eso la hace muy emotiva. Entiendo lo que dice.
K: ¿Alguna vez ha escuchado llorar a un niño?
SW: ¡Los niños que gritan y lloran me ponen nervioso! ¡Me dan ganas de echar a correr!
K: Si de verdad ha escuchado con el corazón y la mente el llanto de un niño, como he hecho yo, pero no me refiero a escuchar en parte, sino a escuchar plenamente con toda atención, entonces también le darán ganas de llorar. Querrá sostener la mano de ese niño o de esa niña y llorar con él. A menos que tenga un corazón puro no será capaz de hacerlo. Le describo el estado de la verdadera devoción, no la devoción sin sentido de un espíritu estúpido que ofrece flores e incienso a una imagen, producto de la mano o del espíritu.
SW: ¿Llamaría a eso bhakti puro?
K: El nombre no tiene importancia. Puede darle el nombre que desee, pero, ¿experimenta usted ese tipo de sentimientos?
SW: Asisto a conciertos con una cierta frecuencia pero la dificultad radica en que después de escuchar las primeras notas mi mente comienza a vagar.
K: Vague usted con ella y averigüe por qué su atención va de una cosa a otra.
SW: Lo que sugiere suena magnifico pero lo he intentado en la práctica y casi siempre fracaso.
K: Siga intentándolo y no se dé por vencido.
SW: En alguna parte de sus escritos ha dicho usted que la música no está en las notas sino en los intervalos entre éstas. No entiendo bien a qué se refiere.
K: Las notas en sí no tienen mucho sentido, ¿verdad? Igual que cuando lee usted un libro, las palabras en sí mismas no tienen ningún significado. Las notas y las palabras son sonidos carentes de sentido. Es en el intervalo entre las palabras, en el estado de silencio entre las palabras cuando se capta el significado de lo que el escritor intenta transmitir. No se pierda en el aspecto técnico de la música. Para apreciar una pieza musical no es absolutamente esencial que uno sepa leerla. La comprensión se produce únicamente cuando el espíritu está en silencio. Y no considere la música como una escapatoria o una droga que puede inducir al silencio. Ese silencio viene naturalmente, sin esfuerzo, cuando se comprende. La música nace en ese silencio. Ese silencio es la fuente de toda creación. Ese silencio primordial no tiene ni principio ni fin. Ese silencio, el eterno, escapa al alcance del intelecto.
Susanaga Weeraperuma
KRISHNAMURTI TAL COMO LE CONOCÍ
Traducción de Celia Filipetto
Verdaguer, 1 08786 Capellades (Barcelona)
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