Dondequiera que fuera, K hacía largos paseos solitarios todos los días. En Ojai caminaba a solas incontables millas durante esos años de la guerra. Algún tiempo después de que presentara su solicitud para permanecer en los EE.UU., vino a verle en Ojai un hombre del FBI, y le hizo un montón de preguntas, en particular queriendo saber por qué K hacía tantos paseos y con quién se encontraba en dichos paseos. K estaba desconcertado ante las preguntas hasta que, al final de la entrevista, el hombre, aparentemente satisfecho, le dijo que el FBI había recibido informes reservados de una conspiración para asesinar a Roosevelt, en la cual K estaba complicado. K me contó recientemente esta extraña historia, uno de sus pocos recuerdos de entonces. No se enteró hasta noviembre de que le habían otorgado una larga extensión de su permiso de residencia.
El 7 de diciembre los japoneses bombardearon Pearl Harbour. El ingreso de EE.UU. en la guerra fortaleció aún más, de ser posible, el pacifismo de K. Para aquellos que en Inglaterra habían estado orgullosos de afrontar solos la agresión nazi, que se habían exaltado por la Batalla de Gran Bretaña, que se habían conmovido con las palabras de Churchill y que, de algún modo, habían logrado contener su terror durante el «blitzkrieg», creyendo apasionadamente que luchaban contra la encarnación del mal, las efusiones pacifistas de K desde paraísos como Ojai, Martha's Vineyard y el Parque Nacional de Sequoias, eran difíciles de aceptar. Lady Emily, evidentemente, le debe haber dicho algo de eso con cierta aspereza acusándole de escapar del horror, porque el 14 de abril de 1942, K le escribió:
Yo no creo que ningún mal pueda ser vencido por la brutalidad, la tortura o la esclavitud; sólo se puede vencer el mal con algo que no sea el resultado del mal. La guerra es el resultado de nuestra así llamada paz, que es una serie de brutalidades cotidianas, explotaciones, mezquindades, etc. Sin cambiar nuestra vida cotidiana, no podemos tener paz. Y la guerra es una expresión espectacular de nuestra conducta diaria. No creo que yo haya escapado de todo este horror, sino solamente que no hay respuesta, ninguna respuesta final, en la violencia, quienquiera la esgrima. Yo he encontrado la respuesta final a todo esto, no en el mundo sino fuera de él. Está en el desapego, en el verdadero desapego que llega cuando uno es o trata de ser más [palabra omitida] para amar y comprender. Esto es muy arduo y nada fácil de cultivarse. Aldous Huxley y su esposa están aquí por el fin de semana. Tenemos largas conversaciones acerca de todo esto y de la meditación he estado meditando mucho últimamente .
Si Aldous Huxley tenía la conciencia dolorida por estar fuera de Inglaterra durante la guerra, la presencia de K y las convicciones de éste deben haber sido un bálsamo para él. Él y K sentían exactamente lo mismo con respecto a la guerra, pero era más difícil para Huxley porque amaba a Inglaterra y tenía amigos y relaciones en las fuerzas armadas.
Lady Emily era incapaz de sentirse indiferente ante los hechos, aunque en circunstancias menos emocionales podría haber simpatizado más con el punto de vista de K. Otros no pueden hacerlo ni siquiera hoy. Pero la muerte es para K un asunto de poca importancia; para él es mucho mejor morir que vivir con odio en el corazón. K llega tan lejos como para decir que si realmente amáramos a nuestros hijos, no habría guerras. Esta afirmación de K requiere un profundo examen antes de que pueda captársela; somos los seres humanos, usted y yo, quienes hacemos las guerras; hay odio, confusión, conflicto, celos, envidia, codicia en nuestras vidas de todos los días; educamos a nuestros hijos «para que lleguen a ser soldados, para que sean nacionalistas y adoren la bandera, los educamos para que entren en la trampa del mundo moderno»14.
14 El vuelo del águila, (1971).
KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)
El 7 de diciembre los japoneses bombardearon Pearl Harbour. El ingreso de EE.UU. en la guerra fortaleció aún más, de ser posible, el pacifismo de K. Para aquellos que en Inglaterra habían estado orgullosos de afrontar solos la agresión nazi, que se habían exaltado por la Batalla de Gran Bretaña, que se habían conmovido con las palabras de Churchill y que, de algún modo, habían logrado contener su terror durante el «blitzkrieg», creyendo apasionadamente que luchaban contra la encarnación del mal, las efusiones pacifistas de K desde paraísos como Ojai, Martha's Vineyard y el Parque Nacional de Sequoias, eran difíciles de aceptar. Lady Emily, evidentemente, le debe haber dicho algo de eso con cierta aspereza acusándole de escapar del horror, porque el 14 de abril de 1942, K le escribió:
Yo no creo que ningún mal pueda ser vencido por la brutalidad, la tortura o la esclavitud; sólo se puede vencer el mal con algo que no sea el resultado del mal. La guerra es el resultado de nuestra así llamada paz, que es una serie de brutalidades cotidianas, explotaciones, mezquindades, etc. Sin cambiar nuestra vida cotidiana, no podemos tener paz. Y la guerra es una expresión espectacular de nuestra conducta diaria. No creo que yo haya escapado de todo este horror, sino solamente que no hay respuesta, ninguna respuesta final, en la violencia, quienquiera la esgrima. Yo he encontrado la respuesta final a todo esto, no en el mundo sino fuera de él. Está en el desapego, en el verdadero desapego que llega cuando uno es o trata de ser más [palabra omitida] para amar y comprender. Esto es muy arduo y nada fácil de cultivarse. Aldous Huxley y su esposa están aquí por el fin de semana. Tenemos largas conversaciones acerca de todo esto y de la meditación he estado meditando mucho últimamente .
Si Aldous Huxley tenía la conciencia dolorida por estar fuera de Inglaterra durante la guerra, la presencia de K y las convicciones de éste deben haber sido un bálsamo para él. Él y K sentían exactamente lo mismo con respecto a la guerra, pero era más difícil para Huxley porque amaba a Inglaterra y tenía amigos y relaciones en las fuerzas armadas.
Lady Emily era incapaz de sentirse indiferente ante los hechos, aunque en circunstancias menos emocionales podría haber simpatizado más con el punto de vista de K. Otros no pueden hacerlo ni siquiera hoy. Pero la muerte es para K un asunto de poca importancia; para él es mucho mejor morir que vivir con odio en el corazón. K llega tan lejos como para decir que si realmente amáramos a nuestros hijos, no habría guerras. Esta afirmación de K requiere un profundo examen antes de que pueda captársela; somos los seres humanos, usted y yo, quienes hacemos las guerras; hay odio, confusión, conflicto, celos, envidia, codicia en nuestras vidas de todos los días; educamos a nuestros hijos «para que lleguen a ser soldados, para que sean nacionalistas y adoren la bandera, los educamos para que entren en la trampa del mundo moderno»14.
14 El vuelo del águila, (1971).
KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)
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