Anandmai Ma, la más famosa de las divinizadas ‘Madres’ vivas en esa época (mujeres que en su vida trascendieron el ‘yo’ y se convirtieron en símbolos de Sakti, la madre primordial como energía), que tenía muchísimos seguidores en el norte de la India, vino a ver a Krishnaji. Se encontraron en el jardín, puesto que la Madre jamás entraba en la casa de un padre de familia. Ella no hablaba inglés, de modo que lo hacía por medio de un traductor. Tenía una presencia radiante, sonriente. Dijo que muchos años atrás había visto una fotografía de Krishnaji, y sabía que él era un gran ser. Le preguntó: “¿Por qué niega usted a los gurús? Usted, que es Gurú de Gurús” (esto se le tradujo a K).
El contestó: “La gente usa al gurú como una muleta”.
“Las personas vienen a escucharle a usted por millares”, dijo ella. “Eso significa que usted es un gurú”. El sostuvo tiernamente la mano de ella y no contestó.
Muchos visitantes vinieron y se prosternaron a los pies de K y de Anandmai Ma. Ella aceptaba sus reverencias, pero Krishnaji estaba turbado. Como siempre, él no habría de permitir que se doblegaran para reverenciarlo; se levantó de un salto y se inclinó para tocar los pies de aquel que buscaba sus bendiciones.
Más tarde, cuando Anandmai Ma se fue, Krishnaji habló de ella con calidez y afecto. Había existido una comunicación, aunque la mayor parte de ésta había sido no verbal. Sin embargo, él estaba horrorizado de las histéricas seguidoras que la rodeaban y se prosternaban ante ella.
Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar.
Editorial Kier.
El contestó: “La gente usa al gurú como una muleta”.
“Las personas vienen a escucharle a usted por millares”, dijo ella. “Eso significa que usted es un gurú”. El sostuvo tiernamente la mano de ella y no contestó.
Muchos visitantes vinieron y se prosternaron a los pies de K y de Anandmai Ma. Ella aceptaba sus reverencias, pero Krishnaji estaba turbado. Como siempre, él no habría de permitir que se doblegaran para reverenciarlo; se levantó de un salto y se inclinó para tocar los pies de aquel que buscaba sus bendiciones.
Más tarde, cuando Anandmai Ma se fue, Krishnaji habló de ella con calidez y afecto. Había existido una comunicación, aunque la mayor parte de ésta había sido no verbal. Sin embargo, él estaba horrorizado de las histéricas seguidoras que la rodeaban y se prosternaban ante ella.
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