En la primavera de 1926, Mrs. Besant acompañó a Krishnaji de regreso a Inglaterra. Él estaba proponiéndose seriamente tomar votos de sannyasa (Sannyasa es un estado del ser, un estado de morir para el mundo y la sociedad. El sannyasin toma votos de sannyas. Iniciado por un gurú, se le da la túnica azafranada, deja de ser un miembro de la sociedad y está fuera de su estructura, sin tener casi ningún interés en leyes sociales, ritos, rituales, sacramentos, etc. El sannyasin renuncia a la casta, a la familia y adopta un nuevo nombre, que significa un renacimiento). y hablaba de ello con algunos amigos.
Más tarde, en julio, K fue a Ommen. Aunque Annie Besant estaba presente, fue él quien ofreció las pláticas junto a la hoguera en el campamento de Ommen. Krishnamurti expresó una desbordante alegría y un sentimiento de unidad con el universo. Sus palabras no dejaron conforme a la enseñanza teosófica ortodoxa, y Wedgwood, que estuvo presente, se sintió muy perturbado. Le susurró a Mrs. Besant que no era el Señor Maitreya el que estaba hablando a través de Krishnamurti, sino un poderoso mago negro. Después, Annie Besant misma habló de esto con el joven Instructor. Sacudido por sus manifestaciones, Krishnamurti le dijo que si ella creía esta historia, él jamás volvería a hablar nuevamente. Ella retiró sus comentarios, y en la noche siguiente Krishnamurti habló a los asistentes del campamento: “Paseando por los cerros de la India durante el último invierno, se apareció delante de mí un Ideal, mi Bienamado, mi Gurú, mi Gran Maestro, y desde que tuve esa visión, me parece ver a través de Ella todos los árboles, todas las montañas, todos los pequeños estanques, todos los minúsculos insectos; y desde que tuve tal visión, esa comprensión de las cosas se ha mantenido”3. Esta unidad con el gurú y con el misterio de la vida, continuó siendo el tema de sus pláticas.
En la última plática Krishnamurti dijo “He cambiado mucho durante las dos últimas semanas tanto interna como externamente, mi cuerpo, mi rostro, mis manos, todo mi ser ha cambiado. El único modo de respirar el aire puro de la vida es por medio de este cambio constante, de la constante agitación, de la constante inquietud”4.
Al escribir acerca del Campamento de Ommen de 1926, Esther Bright decía:
Así, A.B. se sentaba junto a él durante las Hogueras del Campamento, con un cálido afecto en el corazón, maravillándose, amándolo, admirándolo, no siempre comprendiéndolo, pero con la fe más admirable de que él era el Heraldo de la Nueva Era y de que, con el tiempo, todo se aclararía. Y juntos atravesaban la gran multitud de hombres y mujeres, descendiendo por el sendero que conducía al centro, donde se habla dispuesto la hoguera grandes cantidades de ramas, pilas de troncos y varillas, y juntos les prendían fuego la magna y anciana cabeza blanca y la cabeza negra con las finas, pensativas facciones de Krishnaji, inclinándose ambas al mismo tiempo. Las llamas se elevaban de un salto, y por un rato todos permanecían en silencio...
“Pero tú eres un instructor”, le dijo un día en Ommen su fiel amigo Rajagopal, cuando un grupo de nosotros se había reunido discutiendo difíciles problemas. Krishnaji permaneció un rato en silencio, y después simplemente dijo: “Yo extiendo una luz para ustedes”5.
Annie Besant y Krishnamurti permanecieron juntos en Ojai desde agosto de 1926 hasta abril de 1927. Fue quizás el tiempo más largo que pasaron juntos desde la juventud de él. Intuyendo que su presencia era de algún modo necesaria, Annie Besant canceló su regreso a la India y los numerosos compromisos que le aguardaban allá. Mientras estuvo en Ojai, ella y Krishnamurti plantaron árboles, y ella se ocupó personalmente de adquirir tierras en el Valle de Ojai para lo que después fue la Happy Valley Foundation (Fundación del Valle Feliz). Viviendo en estrecha proximidad con Krishnamurti, ella pudo advertir cuánto se había alejado él de la ortodoxia teosófica.
Mrs. Besant veía a un nuevo Krishnamurti. Se daba cuenta cada vez más de que la primitiva profecía acerca de que el cuerpo de Krishnamurti iba a ser el vehículo a través del cual se manifestaría un fragmento de la conciencia de Maitreya, era incorrecta, y que probablemente la conciencia de Krishnamurti y la del Señor Maitreya habrían de fusionarse. Confirmó esto en una carta del 12 de octubre dirigida a Arundale: “J.K. está cambiando todo el tiempo, pero no es como si él saliera y el Señor entrara; es más como si hubiera una fusión armoniosa de ambas conciencias”6.
Se estaba haciendo más y más evidente que ni los años formativos en la Sociedad Teosófica bajo la guía de Leadbeater, ni los rigores de su vida en Gran Bretaña durante los años de la guerra, ni el tiempo que había pasado en el corazón de la aristocracia británica, habían moldeado el cerebro de Krishnamurti. El no podía ser programado; permanecía vacío, observando, escuchando.
Después de una larga gestación, la mente de Krishnamurti dejó caer las capas superficiales que habían aceptado y respondido vagamente al ritual y a la jerarquía teosófica, y emergió prístina, sin una sola cicatriz. Se necesitaba una conciencia volcánica para poner al descubierto la raíz de la mente humana para cuestionar, percibir y negar la estructura de la conciencia humana, para penetrar en el corazón profundo del pensamiento y del sentimiento mientras estos operaban, para romper con todo conocimiento y percibirlo todo de nuevo. La austeridad y una vida de ascetismo no sólo eran esenciales para su persona sino que, como él mismo diría, eran “necesarias para conservar la energía”7.
Su despertar fue luminoso Sus palabras tenían una sencillez asombrosa. El 9 de febrero Krishnamurti escribió a Leadbeater:
Conozco mi destino y mi trabajo. Sé con certeza que estoy fundiéndome en la conciencia del Maestro y que Él ha de ocupar completamente mi ser. Percibo y también sé que mi copa está casi llena hasta los bordes y que pronto se derramará. Hasta entonces debo aguardar serenamente y con anhelante paciencia. Deseo fervientemente hacer a todos felices y lo haré8.
3 Mary Lutyens, Los Años del Despertar.
4 Ibid.
5 Esther Bright, Viejos recuerdos y Cartas de Annie Besant.
6 Annie Besant en carta a George Arundale, 10/12/1926. La Teosofía en la India (1933).
7 De mis diarios.
8 Lutyens, Los Años del Despertar.
Biografía de J. Krishnamurti. Pupul Jayakar. Editorial Kier.
Más tarde, en julio, K fue a Ommen. Aunque Annie Besant estaba presente, fue él quien ofreció las pláticas junto a la hoguera en el campamento de Ommen. Krishnamurti expresó una desbordante alegría y un sentimiento de unidad con el universo. Sus palabras no dejaron conforme a la enseñanza teosófica ortodoxa, y Wedgwood, que estuvo presente, se sintió muy perturbado. Le susurró a Mrs. Besant que no era el Señor Maitreya el que estaba hablando a través de Krishnamurti, sino un poderoso mago negro. Después, Annie Besant misma habló de esto con el joven Instructor. Sacudido por sus manifestaciones, Krishnamurti le dijo que si ella creía esta historia, él jamás volvería a hablar nuevamente. Ella retiró sus comentarios, y en la noche siguiente Krishnamurti habló a los asistentes del campamento: “Paseando por los cerros de la India durante el último invierno, se apareció delante de mí un Ideal, mi Bienamado, mi Gurú, mi Gran Maestro, y desde que tuve esa visión, me parece ver a través de Ella todos los árboles, todas las montañas, todos los pequeños estanques, todos los minúsculos insectos; y desde que tuve tal visión, esa comprensión de las cosas se ha mantenido”3. Esta unidad con el gurú y con el misterio de la vida, continuó siendo el tema de sus pláticas.
En la última plática Krishnamurti dijo “He cambiado mucho durante las dos últimas semanas tanto interna como externamente, mi cuerpo, mi rostro, mis manos, todo mi ser ha cambiado. El único modo de respirar el aire puro de la vida es por medio de este cambio constante, de la constante agitación, de la constante inquietud”4.
Al escribir acerca del Campamento de Ommen de 1926, Esther Bright decía:
Así, A.B. se sentaba junto a él durante las Hogueras del Campamento, con un cálido afecto en el corazón, maravillándose, amándolo, admirándolo, no siempre comprendiéndolo, pero con la fe más admirable de que él era el Heraldo de la Nueva Era y de que, con el tiempo, todo se aclararía. Y juntos atravesaban la gran multitud de hombres y mujeres, descendiendo por el sendero que conducía al centro, donde se habla dispuesto la hoguera grandes cantidades de ramas, pilas de troncos y varillas, y juntos les prendían fuego la magna y anciana cabeza blanca y la cabeza negra con las finas, pensativas facciones de Krishnaji, inclinándose ambas al mismo tiempo. Las llamas se elevaban de un salto, y por un rato todos permanecían en silencio...
“Pero tú eres un instructor”, le dijo un día en Ommen su fiel amigo Rajagopal, cuando un grupo de nosotros se había reunido discutiendo difíciles problemas. Krishnaji permaneció un rato en silencio, y después simplemente dijo: “Yo extiendo una luz para ustedes”5.
Annie Besant y Krishnamurti permanecieron juntos en Ojai desde agosto de 1926 hasta abril de 1927. Fue quizás el tiempo más largo que pasaron juntos desde la juventud de él. Intuyendo que su presencia era de algún modo necesaria, Annie Besant canceló su regreso a la India y los numerosos compromisos que le aguardaban allá. Mientras estuvo en Ojai, ella y Krishnamurti plantaron árboles, y ella se ocupó personalmente de adquirir tierras en el Valle de Ojai para lo que después fue la Happy Valley Foundation (Fundación del Valle Feliz). Viviendo en estrecha proximidad con Krishnamurti, ella pudo advertir cuánto se había alejado él de la ortodoxia teosófica.
Mrs. Besant veía a un nuevo Krishnamurti. Se daba cuenta cada vez más de que la primitiva profecía acerca de que el cuerpo de Krishnamurti iba a ser el vehículo a través del cual se manifestaría un fragmento de la conciencia de Maitreya, era incorrecta, y que probablemente la conciencia de Krishnamurti y la del Señor Maitreya habrían de fusionarse. Confirmó esto en una carta del 12 de octubre dirigida a Arundale: “J.K. está cambiando todo el tiempo, pero no es como si él saliera y el Señor entrara; es más como si hubiera una fusión armoniosa de ambas conciencias”6.
Se estaba haciendo más y más evidente que ni los años formativos en la Sociedad Teosófica bajo la guía de Leadbeater, ni los rigores de su vida en Gran Bretaña durante los años de la guerra, ni el tiempo que había pasado en el corazón de la aristocracia británica, habían moldeado el cerebro de Krishnamurti. El no podía ser programado; permanecía vacío, observando, escuchando.
Después de una larga gestación, la mente de Krishnamurti dejó caer las capas superficiales que habían aceptado y respondido vagamente al ritual y a la jerarquía teosófica, y emergió prístina, sin una sola cicatriz. Se necesitaba una conciencia volcánica para poner al descubierto la raíz de la mente humana para cuestionar, percibir y negar la estructura de la conciencia humana, para penetrar en el corazón profundo del pensamiento y del sentimiento mientras estos operaban, para romper con todo conocimiento y percibirlo todo de nuevo. La austeridad y una vida de ascetismo no sólo eran esenciales para su persona sino que, como él mismo diría, eran “necesarias para conservar la energía”7.
Su despertar fue luminoso Sus palabras tenían una sencillez asombrosa. El 9 de febrero Krishnamurti escribió a Leadbeater:
Conozco mi destino y mi trabajo. Sé con certeza que estoy fundiéndome en la conciencia del Maestro y que Él ha de ocupar completamente mi ser. Percibo y también sé que mi copa está casi llena hasta los bordes y que pronto se derramará. Hasta entonces debo aguardar serenamente y con anhelante paciencia. Deseo fervientemente hacer a todos felices y lo haré8.
3 Mary Lutyens, Los Años del Despertar.
4 Ibid.
5 Esther Bright, Viejos recuerdos y Cartas de Annie Besant.
6 Annie Besant en carta a George Arundale, 10/12/1926. La Teosofía en la India (1933).
7 De mis diarios.
8 Lutyens, Los Años del Despertar.
Biografía de J. Krishnamurti. Pupul Jayakar. Editorial Kier.
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